Como punto de partida, se ha vuelto a coincidir en que la situación y perspectivas de la economía española de cara, al menos, al ejercicio 2022, han empeorado sensiblemente tras el inicio de la guerra en Ucrania.

El incremento de los costes para las empresas, que están tratando de no trasladar a precios, así como las restricciones a la producción por la falta de suministros, están reduciendo de forma preocupante nuestra viabilidad y competitividad, que es el principal motor de una actividad que, además, no ha recuperado aún los niveles anteriores a la pandemia.

Esto, inevitablemente, va a suponer una merma del crecimiento económico y, por ello, tendrá un efecto negativo sobre el empleo, que debe ser una preocupación prioritaria para todos. Así lo están constatando los principales servicios de estudios, que, al tiempo que se cuentan por miles los cierres de empresas desde el fin de la pandemia, ya están corrigiendo a la baja sus proyecciones de crecimiento. El propio Gobierno ya ha reducido sus previsiones de PIB para este año del 7% al 4,3%.